Carlos Giménez nació el 16 de Marzo de 1941 en el madrileño barrio de Embajadores, dos años después de que terminara la guerra. Su padre, Vicente, era un hombre de Tomelloso que había venido a Madrid a montar un taller de soldadura autógena y eléctrica, junto con otros socios. En la foto le vemos rodeado por sus tres hijos. Carlos es el menor.

 Vicente murió muy joven, cuando Giménez contaba con tan sólo poco más de un año de edad, de una trepanación de oído, dejando viuda y tres hijos: Vicente, Antonio y Carlos. En la foto, su madre, Marcelina, una mujer de un pueblo de Ávila, Santa Cruz del Valle, poco picardeada y muy ingenua, vendió el taller y con el escaso dinero que le dieron, fue poniendo negocio tras negocio y viéndolos fracasar uno a uno. Primero una taberna, después una cacharrería.

En las calles de Lavapiés, Giménez crecía. Esta etapa de su vida fue breve y se vio truncada al enfermar su madre de tuberculosis. Fue trasladada de hospital en hospital, y Carlos y su hermano mediano enviados a diferentes colegios de Auxilio Social, ya que tenían diferentes edades. El hermano mayor fue acogido por unos parientes en Tomelloso.

LOS HOGARES DE AUXILIO SOCIAL
Así comenzó para Carlos un largo itinerario de colegio en colegio. Primero, en Madrid, Hogar Bibona y Colegio General Mola, después los "hogares" Batalla del Jarama, en Paracuellos, y García Morato, en Barajas. Aquel niño de apenas cinco años permanecía ajeno e indiferente a lo que sería el resto de su infancia. Años muy duros, nutridos de anécdotas terribles, plagados de escenas de miedo, con castigos atroces, soportando un fuerte fanatismo religioso, el hambre y el frío.

En medio de todo esto, aquel niño comienza a vivir y a entender la vida. Utiliza los medios a su alcance, se hace querer, se las ingenia para ser depositario de la confianza de algunas profesoras, utiliza sus aptitudes artísticas como moneda de cambio. Hace dibujos para alguna profesora o decora un armario para el instructor de Falange y con eso se libra de rezar algunos rosarios o de asistir a algunas clases y de muchas horas de instrucción paramilitar.

De algún modo se va desarrollando en él la idea de que el dibujo es un medio de vida. Giménez vuelca sus sueños y sus ansias de niño en los tebeos de "El Cachorro". Juega a ser el personaje de Iranzo, copia los tebeos, se los aprende de memoria y se promete a sí mismo ser dibujante.

Al salir del Auxilio Social, se lleva con él una infancia pobre y triste y un tremendo vacío cultural que sólo podría suplir muchos años después. Vuelve a casa, a los catorce años, en edad de trabajar, junto a su madre, una mujer enferma y fatigada, que moriría años después, tras haber pasado por numerosos quirófanos. La casa de Giménez se convierte en breve en casa de huéspedes. No podía ser de otro modo si había que vivir de algo. La década de los cincuenta está aún marcada por la gran crisis económica que generó la Guerra Civil.

VUELTA AL BARRIO
La salida de Auxilio Social fue el encuentro con la ternura que le había sido negada y que ahora su madre le facilita en grandes dosis. Y el encuentro con la calle, la vuelta a los viejos amigos de antes y a los mismos rincones con la misma gente variopinta. Sigue el largo aprendizaje de la juventud callejeando por los barrios populares madrileños, y aún le queda tiempo para un oficio. Comienza a trabajar como aprendiz en el taller de Sarmentero, un taller de restauración y decoración de porcelana en pleno Rastro madrileño.

Ser el chico de los recados y moverse por un Madrid desconocido y desproporcionado para quien había pasado la mayor parte de su niñez encerrado entre cuatro muros, fue una dura prueba. Era un poco aprendiz de todo. Aprendiz de la vida, de la calle, de mundo adulto, del primer amor platónico...

El sueño del tebeo seguía vivo en él. Iranzo y El Cachorro habían dejado paso a Ambrós y al Capitán Trueno. Las horas libres se le iban dibujando para él mismo tebeos de piratas, un poco perdido en la magia de sus propias ensoñaciones.

Y un día se le presenta la oportunidad de conocer a López Blanco y va a verle sin sospechar siquiera que aquel impulso decidido iba a suponer para él la entrada en la profesión. Aquel primer encuentro con López Blanco, con diecisiete años, lleno de emoción y de magia, al asomarse a los originales de Las Aventuras del FBI, aparta al taller de Sarmentero de la vida de Giménez. Comienza a ser ayudante de López Blanco, haciendo fondos, añadiendo alguna viñeta un elemento de paisaje y a veces pasando a tinta unos dibujos a los que blanco daba el toque final.

PRIMER CONTACTO CON LA PROFESIÓN

López Blanco fue para Giménez un gran acontecimiento. Después de permanecer como ayudante suyo durante algo más de un año, le proporciona un trabajo en la agencia Ibergraf y el joven Giménez se ve ilustrando unos dibujos que bajo el título de "Curiosidades" muestran anécdotas o casos más o menos insólitos que rebuscaba en enciclopedias. La etapa de aprendizaje es larga y pasa por José Carlos García, Pepe García Pizarro, Manuel Zatarain y otros más.

En Ibergraf obtiene la realización de unas tiras de presa "Drake & Drake", que poco más tarde tiene que dejar, tirando por la borda un trabajo demasiado bien pagado para la época. Después de eso no dura mucho en Ibergraf el trabajo, de momento se acaba. Es el final de una época y el comienzo de otra.

El paso siguiente lo daría siguiendo la proposición de Esteban Maroto de formar un estudio a medias. Va a ser el primero de una serie de estudios que, con distintos compañeros, jalonan la vida de Giménez enriqueciéndola con mil vivencias. El estudio de Manzanares acoge a Maroto, Giménez y a un Adolfo Usero bohemio y tierno que habían reencontrado deambulando por Madrid.

Giménez realiza algunas historias de guerra para Editorial Maga que al poco tiempo son rechazadas por su poca calidad. Y acto seguido, para una agencia de Barcelona, las aventuras de un sheriff llamado "Buck Jones" que no aporta nada nuevo.

La vida militar llega para Giménez teniendo "Gringo" entre manos. Quizás sea ésta la primera vez que su trabajo le permite una cierta satisfacción. Ha aprendido los trucos de la profesión, el dibujo es más suelto y tiene una relativa libertad en la realización del personaje.

SU PRIMERA SERIE
El Oeste de "Gringo" entra de lleno en ese mundo particular de Giménez que hasta el final de "Dani Futuro" se va a caracterizar por una amabilidad de ambientes que en más de una ocasión dará lugar a alguna crítica. "Gringo" fue editado en más de veinte países sin que su autor percibiera, por aquel entonces, el pago de los royalties debidos.

Según cuenta el propio Giménez, fue un soldado indisciplinado y que durante el último mes de mili le llamaban "el preso" por sus frecuentes visitas al calabozo. La vida militar era la repetición de los viejos clichés de Auxilio Social. En cualquier caso su vida militar no debió ser dura. En su destino encontraba tiempo sobrado para dibujar "Gringo". Y volvía a utilizar el dibujo como válvula de escape, como medio para obtener un trato más favorecido y hacerse destinar a la sección de dibujo de la Jefatura de Transmisiones.

Se licencia a los 23 años y se casa con Meli. Se casa sin nada. La vida se va a endurecer considerablemente en los próximos años. Giménez añora un poco la vida bohemia del estudio del Manzanares. Son años en los que a veces no hay nada que comer. Con el tiempo nace su primer hijo y las necesidades se multiplican. El trabajo con "Gringo" continúa y mientras el héroe del far-west sale airoso de todas las situaciones su autor naufraga en el apuro de la subsistencia.

Giménez decide simultanear el trabajo con la realización de unas historias románticas de 64 páginas que le costará lágrimas realizar. De Selecciones Ilustradas el dinero llega tarde y escaso y a veces hay que desplazarse a Barcelona para cobrar y arreglar la situación.

BARCELONA

A partir de entonces Barcelona empieza a perfilarse como una meta imprescindible. El ambiente y las oportunidades de trabajo encandilan a un Giménez que decide que para comer hay que estar donde se cocina. Giménez hace una escapada en solitario. La estancia en la pensión Aneto, un triste lugar de paso, es breve. Ahí coinciden varios dibujantes de Selecciones Ilustradas que un buen dia deciden hacer trabajos comunes para pagar los gastos de la pensión. Hasta que un grupo decide dejar la pensión e instalarse en un chalecito de La Floresta. En la foto, Esteban Maroto, revólver en mano, defiende a un Giménez caído en la refriega mientras posan para un compañero portadista.

Estos años llenos de numerosas anécdotas y vivencias fueron importantes para Giménez, en un momento en el que una faceta de la vida española comenzaba a experimentar un cambio radical. Los años sesenta habían abierto una posibilidad de vida que el grupo de dibujantes iba a exprimir al máximo. El estilo de vida de Giménez y sus compañeros es anárquico, informal, desenfadado, abierto a las nuevas corrientes, dispuesto a absorber todo cuanto la vida ponía a su alcance.

Es una época en la que Giménez, que ya tiene un hijo, Raúl, va a rellenar ese vacío cultural que le había dejado el Auxilio Social. La literatura ocupa un lugar importante. García Lorca, Miguel Hernández, León Felipe y una larga lista de autores de lo más variado pasan de mano en mano en la Floresta. Hay tiempo para el trabajo, para la diversión y para charlas apasionadas donde se cuestionan los valores de siempre, hasta entonces aceptados sin la ocasión de rechazo. En la foto, Meli y Carlos con Raúl, su primer hijo.

La historieta sufría en Europa cambios radicales y por primera vez algunos profesionales españoles piensan en ella como un medio de comunicación, pero ya era bastante para entonces el sentirla como un medio de expresión del artista y volcar en ella el primer embrión de muchas inquietudes.

 
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